El nuevo liderazgo para el siglo XXI: una oportunidad para las mujeres

Fotografía de Bernando Díaz para Yo Dona

 

Con motivo del Día de la Mujer he tenido la oportunidad de dar una conferencia organizada por Yo Dona y Roche y quiero compartir con vosotros mis reflexiones.

Debo reconocer, y siempre he sido muy clara y transparente en esto, que me he resistido durante mucho tiempo a participar en este tipo de sesiones en las que me pedían mi visión como mujer y no como profesional tras una dilatada carrera de más de 30 años.

El año pasado confesaba precisamente que esta es una manera de perpetuar la discriminación, que las mujeres hablemos de mujeres como colectivo marginal o marginado en lugar de como ciudadanas y personas que tienen un criterio sobre las cosas que nos preocupan. 

Pero si acudí al encuentro es porque estoy convencida de que hay que seguir trabajando por construir una sociedad mejor que yo no quiero entender sin un papel decisivo de las mujeres como de todos aquellos que, en una visión responsable, quieren aportar su mejor contribución al conjunto de la sociedad, especialmente en estos momentos de tribulación, incertidumbre y cambio.

 

POR JUSTICIA

  1. No somos iguales ante la ley en todo el mundo. 
  2. Aún viviendo en una sociedad como la occidental que ya tiene una igualdad legal, la evidencia indica que estamos aún lejos de una igualdad real o efectiva.

 

POR NECESIDAD

  1. En un siglo de disrupción como el siglo XXI necesitamos incorporar diversidad para innovar y generar nuevas respuestas a los retos que nuestros modelos actuales, ya caducos, no sabe ni pueden dar respuesta.

 

Y ANTE EL DOGMATISMO, PRAGMATISMO, CON DIGNIDAD Y COHERENCIA

  1. No entremos en la trampa de la discriminación y las luchas y avancemos en un esquema colaborativo de construcción de una sociedad nueva, mejor y más humana desde lo mejor de nuestras capacidades singulares, únicas, diversas, sin estereotipos.

 

Voy a argumentar mis reflexiones:

 

LA IGUALDAD LEGAL VA POR BARRIOS

La igualdad legal no es una realidad en todo el mundo, es un logro de la civilización occidental tal y como la entendemos hoy, pero no podemos darla por hecho a escala global. El debate se ha sofisticado porque nadie podría defender sin más (ni ante los organismos internacionales dedicados a defender los derechos de las mujeres) una desigualdad de derecho, pero existen otras formas, culturales, religiosas, de seguir marginando derechos de las mujeres.

En el mundo occidental, y en España en concreto, no hace muchos que alcanzamos la igualdad legal. Esa fue una batalla que libraron y ganaron generaciones anteriores a la nuestra, y desde aquí les quiero rendir homenaje.

Basta con echar la vista atrás para darnos cuenta del gran y profundo cambio que ha experimentado la situación de la mujer en todos los ámbitos en los últimos 40 años.

Esta desigualdad jurídica incomprensible hoy en día tenía su traducción en la dependencia en todos los órdenes de la vida de las mujeres respecto de los hombres. 

  • En España, al igual que en otros países de nuestro entorno, el problema no es índole legal. Contamos con un buen marco jurídico que consagra la igualdad entre mujeres y hombres. 
  • Ni es un problema de competencia y capacidad. En nuestras universidades estudian más mujeres y presentan mayores tasas de éxito y mejores expedientes académicos. 
  • El reto que tienen nuestras sociedades abiertas es el de la igualdad real. Porque pese a lo que dicen las leyes, sobre las mujeres recaen muchas veces responsabilidades que no les corresponden de modo exclusivo y estereotipos que condicionan su desarrollo laboral y social.

Y se han ido cerrando brechas, de actividad, de ocupación, salarial, de conciliación, pero no podemos sentirnos satisfechos del ritmo al que se van produciendo estos avances.

En este sentido, me gustaría hacer la referencia al informe que publica el WEF anualmente “Global Gender Gap” que utiliza indicadores para medir la paridad en función al acceso: 

  • al poder político
  • a la salud 
  • a la educación 
  • y las oportunidades y participación en la economía. 

Estamos por debajo del 70% y a 100 años de la paridad, en media. Media que oculta diferencias notables. Europa y España en concreto son lo mejor.

Muy positivo es la mejora de la paridad en salud y educación que se sitúan en el 96% en media, aunque ojo porque aquí se puede abrir una brecha en términos tecnológicos o de acceso a la educación o trabajos vinculados a las tecnología, determinantes en el siglo XXI. 

Donde se produce una mayor brecha aún es en el acceso al poder político y puestos de decisión no solo públicos, sino fundamentalmente los privados donde apenas se ha recorrido un tercio del camino hacia la paridad.

El otro gran bloque es el que hace referencia a la participación en la economía que sitúa en el 58%, la participación de la mujer en el trabajo está estancada y aún existen grandes diferencias en términos salariales. 

La conclusión es que, de media, necesitaríamos 100 años para reducir las brechas. En Europa podríamos conseguirlo en la mitad, en torno a 50 años, pero en otro extremo, zonas como Asia-Pacífico 160 años y África 140, precisamente de donde viene y vendrá el crecimiento. 

Por lo tanto, la igualdad efectiva todavía tiene un recorrido. Hay que recordarlo y no dejarnos cegar por lo que vemos en nuestro entorno inmediato. Miremos a nuestro alrededor, la realidad para que las mujeres tengan la igualdad de oportunidades para desarrollar sus proyectos vitales dista de ser la que merece una sociedad que se precie de avanzada.

 

QUEDA MUCHO POR HACER Y SE ABRE UNA VENTANA DE OPORTUNIDAD: NOS NECESITAN 

Más allá de hacer esto por una cuestión de justicia tenemos que ser conscientes del momento que vivimos de profunda transformación de los modelos económicos por la disrupción tecnológica que nos exige, por un lado, una revisión del trabajo como lo entendemos, pero también y no quiero separarlo, una replanteamiento del contrato social o de cómo nos relacionamos en sociedad ante esta nueva realidad cambiante.

Economía, sociedad y poder tienen que ser elementos que recombinemos para definir este nuevo marco de entendimiento en el  siglo XXI

Sin entrar en este debate de fondo, sí creo importante señalar que la disrupción tecnológica va mucho más allá de la automatización o sustitución de las personas por máquinas. Esto ya lo hemos vivido en revoluciones industriales anteriores.

El elemento diferencial es la transformación que la digitalización, combinada con tecnologías exponenciales, produce en la forma en la que nos organizamos y trabajamos que hace que los esquemas en vigor (relaciones de poder, tipo de organizaciones, maneras de producir y de ofrecer servicios) hayan quedado obsoletos.

Sobrepasados y desplazados por aquellos que han entendido la potencialidad de las nuevas herramientas tecnológicas conectadas a la red al margen del sistema regulado que sustenta nuestra sociedad, hasta ahora.

Muchos aún no se han dado cuenta y otros no quieren reconocerlo.

 

Necesitamos todo el talento. Seguir haciendo lo mismo de la misma manera ya no da los mismos resultados y, lo que es peor, no es suficiente para incorporarnos y no digamos gobernar al futuro

 

De ahí la importancia de la innovación, es decir, hacer las cosas de una manera nueva y diferente y de la diversidad como base por tanto de dicha reformulación. Y es ahí donde se justifica la diversidad no como un tema de justicia que lo es, sino de necesidad.

Diversidad que afecta en primer lugar al tipo de trabajos, que exigen capacidades técnicas pero también profesiones relacionadas con personas y contenidos y, sobre todo, habilidades calificadas como blandas para construir el nuevo liderazgo que requiere estos tiempos de transformación.

De un mercado de trabajo en el que todavía había un fuerte componente de rutinas y de trabajo manual de procesos conocidos hacia la introducción de las máquinas en general y de la IA en particular. 

 

En ese contexto, las mujeres nos enfrentamos ante un cruce de caminos en el que por un lado añadimos una nueva brecha que es la tecnológica, pero por otro se abre una enorme oportunidad.

 

La brecha tecnológica es que justo las nuevas profesiones que se demandan para esta nueva economía tecnológica son tradicionalmente puestos y formación típicamente dominada por los hombres, las llamadas STEM, donde la presencia de la mujer está claramente por debajo de la media de su presencia en la sociedad. Esa es la brecha tecnológica. Es aquí donde hay una menor presencia de las mujeres y donde se está realizando un esfuerzo.

 

NO PERDAMOS EL PROPÓSITO, NO ES LA TECNOLOGÍA POR LA TECNOLOGÍA SINO AL SERVICIO DE LAS PERSONAS

Las grandes transformaciones que tenemos que abordar solo pueden hacerse de la mano de las personas. 

Y solo desde el que se ha sentido discriminado e invisibilizado se puede entender la necesidad de dar voz y participación al diferente. 

Solo desde la generosidad de querer construir y resolver problemas concretos más allá de mi papel en la ecuación se podrán conseguir las mejores soluciones.

Humildad, generosidad, respeto al diferente, interés por incluir a todos y no dejar a nadie fuera, escuchar, apoyar y acompañar en el crecimiento a los demás. Son cualidades imprescindibles para conseguir nuevas propuestas en un mundo de cuestionamiento del status quo.

 

JUSTICIA POÉTICA

Estudios recientes muy interesantes que he tenido ocasión de leer, confirman lo que muchas anticipábamos por la vía de la experiencia: que el cerebro de la mujer no es diferente al del hombre, que no tenemos capacidades diferentes por razón de género, sino que modelos educativos y asignación de roles y patrones que se han ido perpetuando a lo largo de los siglos nos han predispuesto para unas aptitudes de adaptación, compasión, generosidad, solidaridad, que son, precisamente, las que se requieren en un nuevo modelo de sociedad y de empleo, marcados por la robotización, y la inteligencia artificial.

 

Lo seamos por naturaleza o lo seamos por deformación social o cultural, lo cierto es que existe un talento ocioso que es el de las mujeres que es necesario y fundamental para la transformación que tenemos que abordar en el  siglo XXI

 

Yo a esto lo llamo JUSTICIA POÉTICA

 

Lo que se necesita es autenticidad, colaboración y propósito.

Es verdad que necesitamos más científicos, más tecnólogos, más ingenieros, más matemáticos. Pero desde luego también necesitamos PERSONAS CRÍTICAS que sepan hacer las preguntas adecuadas. Necesitamos filósofos, economistas, sociólogos y a todos los ciudadanos que, desde la ética, tengan esa inquietud por construir un mundo mejor.

En este mundo de cambio constante y acelerado, es necesario cultivar y practicar una CURIOSIDAD GENUINA por lo que pasa a nuestro alrededor: 

observar

escuchar

entender

Este espíritu inquieto ante el entorno requiere competencias y habilidades nuevas, apertura de mente y ganas de aprender. El elemento diferencial y crítico de estos tiempos de abundante generación de información y conocimiento es la colaboración. Cultiven las habilidades sociales, de comunicación, de empatía y, sobre todo, de respeto.

Vamos a tener que afrontar dilemas muy relevantes en un mundo nunca hasta ahora tan complejo en torno al papel de las personas y las máquinas, el futuro del trabajo, el envejecimiento, las migraciones… a cómo recuperamos el planeta y vivimos más en armonía, cómo exploramos sabiamente el espacio… El camino no es fácil pero nunca como ahora ha estado tan en nuestra mano escribir el futuro. 

Si nos fijamos en revoluciones anteriores, el balance general ha sido positivo, soy optimista por naturaleza y por experiencia, y considero que ningún tiempo pasado fue mejor, pero el reto ahora es poner la fuerza y el modelo de liderazgo femenino al servicio de esta nueva revolución, para ser capaces de afrontarla con más fuerza, con menos desigualdades, con menos brechas, con más oportunidades. Que la lucha y las discriminaciones de tantos siglos nos permitan señalar el camino de una vida laboral y personal más rica, más creativa, más conciliadora. Liberada de roles y trabas, capaz de hacernos más personas y más libres, con mayor confianza en nosotras mismas.

Las consecuencias de este debate sobre nuestro modelo de autoridad, de jerarquía, de organización social, son otro aspecto muy interesante, en el que debemos participar en términos de igualdad con los hombres. No se trata ya de un modelo que se nos impone, y en el que vamos alcanzando mayores cotas de igualdad, sino de un modelo que se basa, precisamente, en nuestra diversidad.

Concluyo, reivindicando por tanto la acción, que incluye la palabra, y que se desarrolla en la esfera pública, y que está estrechamente relacionada con el poder. Un nuevo poder, que incluye la diversidad, la pluralidad, que permite a los individuos desarrollarse como tales, y que practica la persuasión, más que la imposición.

Eso es lo que he tratado de desarrollar a lo largo de toda mi vida, y mi compromiso más firme con la sociedad.

Reivindiquemos nuestro espacio en igualdad de oportunidades para contribuir desde nuestra singularidad, autenticidad y compromiso al propósito común de construir una sociedad mejor, sostenible, más fuerte, más justa y más tecnológica.

 

Apuesten siempre TODOS, HOMBRES Y MUJERES por lo que les haga más humanos… Todo lo demás, lo harán las máquinas.

 

REFERENCIAS

 

3 comentarios sobre “El nuevo liderazgo para el siglo XXI: una oportunidad para las mujeres

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