El efecto positivo pretendido por el Presidente del Gobierno español con el anuncio de anticipo de elecciones generales se ha visto más que contrarrestado por el hecho de tener que esperar cuatro meses. Tenemos que dejar de pensar que el mundo se para cuando nos vamos de vacaciones, que en España todo se para en agosto y que el día siguiente al 31 de julio es el 1 de septiembre.
En contra de lo que muchos decían, los problemas no se pueden congelar en verano, los mercados no se toman vacaciones y los intereses siguen corriendo.
¿Realmente creemos que nos pueden esperar? ¿para qué esperar dos meses más a lo legalmente establecido? ¿qué se quiere o espera hacer antes de las urnas? Cualquier medida es más efectiva en el día 1 de una nueva legislatura, con un mandato renovado que en el final de un mandato agotado en que ningún mensaje parece tener eco. Ya nadie escucha porque espera al siguiente. Lejos de despejar incertidumbre se prolonga la agonía como se ha visto en los días siguientes al anuncio, con una prima de riesgo en niveles de 400 puntos básicos, situando el coste de la deuda soberana en el 6,4%, es decir que de cada 3 intereses que pagamos por la deuda nueva, sólo 1 es el coste, 2 es mala imagen.
En Estados Unidos, la primera economía mundial, la bancarrota se ha evitado en el último minuto, con un terrible desgaste del Presidente Obama en vísperas de unas elecciones que se tornan más que complicadas. Dudas sobre la recuperación de la economía que han atemorizado a los mercados mundiales con caídas de las Bolsas asiáticas y europeas ante la perspectiva de una vuelta a la recesión. S&P rebajó el rating de EEUU por primera vez en la historia. Era raro, entre nosotros, que una economía anémica con una deuda pública disparada y un déficit pertinaz del 10% del PIB tuviera AAA….
Esta semana se publicó el Boletín económico trimestral del Banco de España. La economía española ha «crecido» un 0,2% en el segundo trimestre. Décima arriba, décima abajo, el hecho es que no levantamos cabeza. La economía interna sigue contrayéndose y con ello no cabe esperar una recuperación del empleo.
Sigo pensando que es preciso añadir a la gestión del corto plazo una política de largo plazo, levantando un poco la mirada para generar un proyecto de medio plazo de crecimiento que haga que los necesarios ajustes del presente cobren sentido.
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