En los últimos días lo que algunos comentábamos en privado ha saltado a la opinión publicada: el modelo de Estado de Bienestar, y en gran medida por tanto el modelo de sociedad europeo, no es sostenible. Pero me apresuro a puntualizar que no es sostenible en su actual conformación y planteamiento en un mundo global asimétrico.
Es preciso reformarlo, y si me apuran reinventarlo, es decir, partir de su esencia para, con la experiencia, mejorarlo y así sobrevivir. Como lo hacemos las personas y las empresas en un mundo de mayor exigencia frente a la utopía de todo ganado, todo derechos. Un mal entendido o directamente en algunos casos irresponsable miedo de nuestros dirigentes públicos, y privados, de lo que es políticamente correcto nos puede llevar a la ruina en toda Europa.
Y es que el hecho de que algo sea necesario y mayoritariamente apoyado no es suficiente para garantizar su supervivencia, ni siquiera aunque lo pongamos en una ley, entre otras cosas porque hay un principio muy básico: las facturas hay que pagarlas. Y hasta la política, el Estado, la democracia, la Justicia y toda una serie de grandes valores y principios rectores tienen un precio, como todo en la vida, aunque tengamos algunos políticos y gobernantes que pretendan mirar a otro lado para ver si es otro el que paga la ronda, por ejemplo, acudiendo al endeudamiento –mucho mejor, lo pagarán los que vengan detrás, aunque sean sus propios hijos, materialmente. Pero, atención, un elemento definitorio de la globalización es que los acontecimientos se aceleran con la información inmediata a nivel planetario y los efectos perversos de nuestras decisiones se precipitan en el presente.
Muchos no se han molestado en comprender las claves de funcionamiento del modelo, el nuestro, otros no se han molestado en explicarlo. Todos tenemos responsabilidad. Unos por no saber hacer su trabajo y otros por no tener el coraje de exigirlo desde la coherencia de nuestros propios planteamientos. La política o, puntualicemos, los enfoques de determinados políticos que usurpan cual monopolio la defensa de la democracia como legitimación de sus actuaciones no puede estar por encima de planteamientos racionales de buena economía, la de base, la de que nadie da duros a peseta.
No quiero caer en el pesimismo lacerante que ha caracterizado nuestra historia, que hay que leer más a menudo -antes de que la reescriban los que nunca tendrán posibilidad de estar en ella por mérito propio. Especialmente ante situaciones de crisis. No estamos ante la pérdida de las colonias de finales del XIX aunque a veces tenga la sensación de que los que pensamos en arrimar el hombro seamos los últimos de Filipinas. Quiero mirar el pasado para aprender de los errores y dejar de lamentarme y tomar las riendas de mi aportación al bien común que por tanto es también mío. No quiero ser una más de los que piensan: esto no tiene arreglo y además yo no tengo problemas personalmente y puedo buscarme la vida ¿fuera de España? He vivido y trabajado fuera y me encanta viajar pero quiero vivir en mi país y eso me exige un compromiso con mis conciudadanos. Por eso levanto mi voz y reclamo que nos dejemos de mirar al ombligo, quejándonos de tener que prescindir de determinados lujos cuando hay muchos países, los más subdesarrollados pero también los emergentes, que están luchando por la supervivencia más básica aprovechando con rapidez y contundencia la oportunidad que les brinda, por cierto, la globalización.
El modelo es imperfecto. ¡Claro! Como lo son las instituciones –los mercados incluidos-, las empresas y las personas que les damos vida a todos ellos, pero el nirvana como forma de gobierno no es una alternativa. Ambición y no adormecimiento ante el espejismo del engaño. Las utopías siempre acaban siendo una pesadilla pero la buena noticia es que los buenos sueños son realizables, eso sí, con una condición: que asumamos la responsabilidad de trabajar por ellos. Trabajemos cada uno de nosotros en nuestro ámbito por el bien común, ajustando nuestra cuenta social, pensando en lo que aportamos más que en lo que obtenemos. Esta es mi visión europea de sociedad avanzada, construir proyecto común para tener como personas libres, y por tanto responsables, un proyecto propio de futuro.
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